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Alemania atraviesa una crisis política y económica que ha reconfigurado su escenario electoral de cara a los próximos comicios. La coalición de gobierno liderada por el socialdemócrata Olaf Scholz enfrenta un fuerte desgaste, mientras que los conservadores de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) buscan capitalizar el descontento y, en este contexto, su reciente alianza parlamentaria con la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) encendió las alarmas al intentar imponer una ley antimigratoria en el Bundestag, el parlamento alemán, que finalmente no consiguió la mayoría necesaria.
Además de restringir la entrada de migrantes, la propuesta buscaba ampliar las facultades represivas de la policía y limitar la reunificación familiar para refugiados que reciben asistencia estatal. La iniciativa obtuvo 338 votos a favor y 349 en contra. La división en el bloque conservador y la abstención de algunos legisladores liberales fueron claves para su derrota.
La alianza entre la CDU y AfD marcó un punto de inflexión en la política alemana, rompiendo el tabú de la colaboración con la ultraderecha. Esto provocó tensiones dentro del propio partido conservador, con figuras como la excanciller Angela Merkel criticando duramente al líder de la CDU, Friedrich Merz, por su acercamiento a la extrema derecha. En tanto, el gobierno de Scholz se opuso a la iniciativa, aunque defendió el endurecimiento de las políticas migratorias ya implementadas bajo su administración.
El intento de avanzar con medidas más restrictivas contra los migrantes generó una reacción social contundente. Durante el fin de semana, cientos de miles de personas se movilizaron en Berlín, Fráncfort y otras ciudades para rechazar la propuesta y repudiar a los partidos que la impulsaron. Solo en la capital alemana, unas 250 mil personas se manifestaron, según datos de la prensa local.
Las protestas forman parte de una ola de movilizaciones contra la ultraderecha, que en los últimos días incluyó marchas en 60 ciudades organizadas por colectivos sociales, sindicales y ambientales. “Fuera los Nazis” y “La AfD no es una alternativa” fueron algunas de las consignas más repetidas. En este contexto, también se expresaron críticas hacia el resurgimiento de liderazgos de extrema derecha en el mundo, incluyendo a Donald Trump y su entorno, vinculado a sectores ultraconservadores europeos.
La crisis económica que enfrenta Alemania ha sido aprovechada por sectores conservadores y de ultraderecha para responsabilizar a los migrantes del deterioro social. Sin embargo, mientras se discutía la ley, las principales asociaciones empresariales del país reclamaron nuevas reformas laborales y fiscales para profundizar el ajuste. Al mismo tiempo, propietarios de pequeñas empresas realizaron manifestaciones en varias ciudades exigiendo medidas más drásticas.
En este escenario, la CDU y la AfD han dejado en claro que, si llegan al poder, impulsarán un fuerte recorte de prestaciones sociales y un aumento del gasto militar, especialmente en el marco del apoyo a Ucrania en la guerra contra Rusia. Por su parte, la actual coalición de gobierno ya ha dado señales de continuar con esta línea de endurecimiento en política migratoria.
El avance de la extrema derecha en Alemania se inscribe en una tendencia general en Europa, donde varios gobiernos han endurecido sus políticas migratorias. Italia, bajo el liderazgo de Giorgia Meloni, ha implementado un programa de deportaciones a Albania, mientras que Polonia y Lituania han levantado vallas para frenar el ingreso de refugiados. La Unión Europea, en tanto, debate reformas que buscan acelerar expulsiones y reforzar los controles fronterizos.
El rechazo ciudadano a la ley antimigratoria en Alemania ha demostrado que existe una fuerte resistencia a estas políticas, pero también ha dejado en evidencia la creciente polarización política y social en el país.