Por Gustavo Montenegro / Prensa Obrera
El acuerdo migratorio firmado el año pasado entre los gobiernos de Italia y Albania dio sus primeros pasos prácticos en los últimos días, cuando un buque militar italiano trasladó a las costas de la nación adriática a 16 viajantes (egipcios y bangladesíes) que en verdad aspiraban a llegar, a través del Mar Mediterráneo, a la península itálica.
El centro erigido por el gobierno de Giorgia Meloni en la localidad de Gjader, en Albania, donde los migrantes permanecerán detenidos mientras se sustancian sus solicitudes de asilo, ha sido definido como una “Guantánamo italiana”, en referencia a la base de detención norteamericana en Cuba. Puede sonar exagerado, pero lo cierto es que los antecedentes indican que esta especie de “tercerización” del control migratorio emprendida por Roma, por medio del financiamiento de centros de detención en el extranjero, se caracteriza por la violación sistemática de los derechos humanos.
Referentes del opositor Partido Democrático, la principal formación centroizquierdista italiana, criticaron a Meloni, pero lo cierto es que estando en el gobierno aplicaron medidas semejantes. En 2017, el entonces primer ministro Paolo Gentiloni firmó un acuerdo con Libia (aún en vigencia) por el que se entregan fondos a ese país a cambio del control de las migraciones, que ha sido puesto en tela de juicio más de una vez debido a la brutalidad de los guardacostas libios, muchas veces vinculados, además, a las mafias de traficantes que Bruselas dice querer combatir.
El plan de Meloni, pese a todo, recibió la bendición de la titular de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien lo considera una prueba piloto que podría ser tomada luego por la Unión Europea (UE) en su conjunto. Además, la funcionaria prepara un proyecto para facilitar las deportaciones del bloque.
Desde 2016, la UE impulsó varios convenios con el propósito de contener las migraciones. Primero fue con Turquía, a cuyo gobierno acaban de prometer 1.000 millones de euros adicionales para que no cese en su empeño de taponar la llegada al viejo continente de los refugiados sirios que huyen de la guerra.
Otro acuerdo involucra a Marruecos, Túnez y Mauritania. En mayo de 2024, estalló un escándalo cuando algunos medios revelaron que muchos migrantes (especialmente negros) eran detenidos, torturados o abandonados en medio del desierto. Todo esto, financiado con los fondos de la UE, que sigue adelante con estos pactos.
Los acuerdos con los países del Magreb posibilitaron un descenso significativo en el flujo de migrantes por las rutas respectivas en 2024. Pero, en su lugar, se disparó en la misma proporción el porcentaje de los que toman otra de las vías mediterráneas, la que conduce a las Islas Canarias y el Estado Español. Para esto, la UE evalúa una misma respuesta represiva: nuevos acuerdos con otros países, como Senegal. No obstante, dada la envergadura de la crisis mundial, el cierre y control en las fronteras (cada vez está más restringida la libre circulación por el territorio de la UE), la represión, el levantamiento de murallas y los centros de detención no frenan el fenómeno migratorio sino que, en todo caso, modifica las rutas, las hace más peligrosas, y acentúa el dramatismo de los traslados.
El imperialismo atiza deliberadamente la xenofobia y el racismo para encontrar un chivo expiatorio ante la crisis y dividir a las masas. Hay que oponer a esto la defensa del derecho de asilo y la unidad de los trabajadores nativos y migrantes en una lucha común contra el capitalismo, el responsable de esta barbarie.
Albania, un socio de la Otan
El flamante socio de Meloni en el control de las migraciones, el primer ministro albanés, Edi Rama, es un dirigente del Partido Socialista, la fuerza en que se reciclaron muchos de los referentes del viejo Partido del Trabajo de Enver Hoxha.
Rama aspira a sumar a Albania a la Unión Europea. Y, aunque el club comunitario no tiene ningún apuro en hacerlo, el país sí fue integrado a la Otan en 2009. Este año se inauguró una base aérea de la alianza atlántica en el territorio (Kucove).
En 2022, el salto de hasta el 50 por ciento en el precio de alimentos y combustibles desató protestas populares contra el gobierno de Rama. Albania, que apoya activamente a Ucrania en su guerra con Rusia, se vio afectada económicamente por el conflicto, ya que importaba gran cantidad de productos, que subieron de precio, desde Moscú. Con Ucrania, Albania tiene aún otra cosa en común, acaso más importante: se trata de uno de los países más pobres del continente.