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Elecciones en Groenlandia: aspiración independentista ante amenazas de Trump


Groenlandia, históricamente, un territorio con una fuerte influencia externa, se encuentra en un momento decisivo de su historia política. Colonizada por Dinamarca en el siglo XVIII, obtuvo un estatuto de provincia en 1953 y luego un gobierno autónomo en 1979. En 2009, un nuevo acuerdo amplió su autonomía, permitiendo a sus autoridades gestionar la mayoría de los asuntos internos, aunque la defensa y la política exterior siguen bajo control danés. Este proceso ha alimentado un sentimiento soberanista que hoy cobra una nueva dimensión.


Esto se ha visto reflejado en las recientes elecciones parlamentarias, que han dado un fuerte respaldo a la autodeterminación con el triunfo del partido independentista Inuit Ataqatigiit (IA), dirigido por Múte Bourup Egede. Con un 31% de los votos y el refuerzo de su alianza con el partido socialdemócrata Siumut, el panorama político se inclina hacia un proceso de soberanía en un contexto internacional cada vez más complejo.


El Parlamento groenlandés, conocido como Inatsisartut, ha sido escenario de una disputa marcada tanto por cuestiones internas como por la influencia externa. Con una economía basada en la pesca y una fuerte dependencia de los subsidios daneses, la viabilidad de una eventual independencia sigue siendo objeto de discusión. Aunque el anhelo soberanista ha ganado fuerza, persisten interrogantes sobre la sostenibilidad financiera de una Groenlandia independiente.


Las formaciones políticas que impulsan la emancipación han demostrado avances significativos. Mientras que IA apuesta por una independencia paulatina, el partido Naleraq promueve una ruptura más inmediata. Pese a las divergencias en el ritmo del proceso, el crecimiento de estas fuerzas indica una voluntad cada vez más extendida de desvincularse de Dinamarca. Sin embargo, la relación con Copenhague sigue siendo un factor determinante, ya que los subsidios de 522 millones de euros anuales continúan siendo esenciales para el mantenimiento del nivel de vida.


Las amenazas de Donald Trump han tensado aún más la relación entre Groenlandia y Dinamarca. Mientras Copenhague ha reafirmado su compromiso con la autonomía groenlandesa, también ha manifestado preocupación por el impacto de una posible independencia en su posición geopolítica. El gobierno danés ha tratado de equilibrar su respaldo al derecho de autodeterminación con la necesidad de mantener la estabilidad en la región, lo que ha llevado a un cruce diplomático con Washington. En este escenario, Groenlandia se ha convertido en un punto estratégico de disputa entre potencias, reforzando la urgencia de definir su futuro político.


El contexto internacional ha sido un elemento central en este proceso electoral. La reelección de Donald Trump en 2024 reavivó su interés en anexar Groenlandia, con declaraciones que pasaron de la especulación a la advertencia directa. Promesas de inversiones millonarias fueron interpretadas como intentos de presión económica, generando un rechazo mayoritario. Encuestas recientes indican que un 85% de la población se opone rotundamente a una incorporación a Estados Unidos.


El liderazgo groenlandés ha respondido con firmeza. Durante la campaña, Egede enfatizó la identidad nacional y la necesidad de proteger el destino del país ante injerencias extranjeras. La llegada de Donald Trump Jr. a Nuuk en enero, oficialmente catalogada como una visita privada, fue percibida como un intento de influencia y solo reforzó la resistencia popular a cualquier forma de intervención externa.


El gobierno surgido de estos comicios enfrenta ahora el desafío de traducir el respaldo electoral en avances concretos hacia la independencia. Aunque un referéndum podría celebrarse en 2029, el dinamismo geopolítico podría modificar los tiempos. Dinamarca sigue con atención cada paso, consciente de que una Groenlandia soberana podría alterar su relación con aliados clave como Estados Unidos.


En Nuuk, el clima es de determinación y cautela. La independencia ya no se percibe solo como una aspiración cultural, sino como una estrategia para garantizar el control sobre el futuro del territorio. Con el Ártico cobrando protagonismo en la escena internacional, Groenlandia afirma su posición en un mundo donde las potencias globales disputan su influencia en la región.

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