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Foto del escritorAlex Hadjian

Petro en Colombia; raudo camino a una nueva decepción latinoamericana


(Foto: REUTERS/Nadja Wohlleben)


Hace menos de un año, en agosto de 2022, los sectores progresistas de Colombia se ilusionaban con un cambio histórico en su política nacional debido a la asunción de Gustavo Petro como presidente en remplazo nada menos que de Iván Duque, un típico representante de la derecha, fuerza que venía gobernando en el país hace largo rato.


El entusiasmo no era para menos, el mandatario electo reunía medallas que suelen cotizar dentro del electorado izquierdista, como haber sido militante de una guerrilla urbana durante su juventud y una retórica más bien contrahegemónica. No obstante, hay que destacar que Petro ya había sido cooptado por el establishment político hace rato, habiendo sido senador e incluso alcalde de la capital Bogotá entre 2012 y 2015. Accedió al máximo poder a través de la coalición Pacto Histórico, un espacio formado por distintos movimientos de centoizquierda. Una vez allí, el dirigente armó un acuerdo de gobernabilidad con el Partido Liberal, el Partido Conservador y el Partido Unión por la Gente, tres formaciones tradicionales del sistema político colombiano, para facilitar la labor parlamentaria y a su vez mandar una señal de moderación. En esa misma sintonía conciliadora, nominó en el ministerio de Hacienda a José Ocampo, un economista que se podría definir como “heteredoxo” pero respetado por el empresariado, ya reemplazado del cargo, hoy ocupado por Ricardo Bonilla.


Así y todo, el mandatario ha intentado imponer una agenda de transformaciones progresivas. Logró implementar una reforma tributaria que sube los impuestos a las petroleras y a las mineras, y procuró a su vez realizar una reforma laboral que pusiera límites a la tercerización y contratos por tiempo determinado, aumento al pago de domingos, feriados y horarios de nocturnidad, iniciativa que en este caso no pudo superar las trabas conservadoras en la Cámara de Representantes. A su vez se encuentran estancadas la reforma sanitaria -que eliminaría las denominadas EPS (Entidades Promotoras de la Salud), que son intermediarias privadas entre los pacientes y los hospitales- y la jubilatoria, que propone asegurar una pensión de 50 dólares para los adultos mayores que no reciben ningún ingreso jubilatorio. Este punto es importante ya que en Colombia hay una informalidad laboral de casi 60 por ciento.


Esta parálisis, sumada a algunos escándalos de corrupción y escuchas ilegales en que se ha visto envuelto su gobierno, que decía venir a combatir y que lo han obligado a realizar cambios de gabinete, han puesto a la administración de Petro en su momento más crítico desde que le tocó asumir.


En este contexto, la oposición agita movilizaciones en su contra, que la semana pasada incluso pedían su dimisión. Sondeos de opinión muetran una notoria caída de su imagen.


Es factible que Petro pueda enderezar el rumbo. De cualquier forma, sea así o no, ya sabemos cómo termina esta historia. El final de la película siempre es el mismo: sin un real cambio de fondo en los temas acuciantes como la pobreza, la desigualdad, la concentración de riqueza, el acceso a la vivienda, la precarización laboral, los salarios y jubilaciones de miseria, y demás cuestiones que aquejean al continente y al mundo. Tenemos ejemplos de "Petros" de sobra en Latinoamérica: Lula, Evo, Correa, Mujica, kirchnerismo, chavismo…. La transformación social honda que necesita el planeta, en el estado calamitoso y deplorable en que está, no surgirá de estos populismos nacionalistas burgueses conciliadores. La salida es mundial, de fondo y abarca factores políticos, económicos, sociales y culturales bien profundos, que requieren una muy ardua organización global que la izquierda tradicional marxista ortodoxa, atrapada en sus propios vicios, tampoco está sabiendo encarar, generando en conjunto con los progresismos gobernantes, la paradoja inconcebible hace pocos años de que la "rebeldia" transformadora que entusiasma a la juventud, hoy esté más representada por la derecha bastante extrema.


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